18 junio 2014

Por casualidad... o no tanto

En una reciente conversación con un amigo, estábamos hablando sobre las casualidades y como en los últimos tiempos se estaban produciendo muchas. Y hombre de ciencias como es uno, no creo demasiado en las casualidades y sí mucho más en la causalidad y en la correlación. Y ahí estuvimos, dándole al coco.

No me voy a extender en las elucubraciones, que quizá puedan dar para una entrada más o un libro, según esté de inspirado, pero sí en las conclusiones a las que llegamos.

Como esto de la casualidad, no nos convencía a ninguno, debía haber alguna causa o al menos algo que nos indicara algún tipo de relación. Las casualidades que venían sucediendo, estaban todas ligadas a esa teoría de los seis grados de separación (aunque creo que se está acortando cada vez más gracias a las redes sociales). La realidad era que en este período de "casualidades", teníamos la impresión de que demasiadas cosas sucedían por azar. Encuentros con personas que resultaban claves, conversaciones de repente reveladoras, oportunidades que se abrían de par en par sin saber muy bien por qué.

Y echando la vista a atrás, comenzamos a ver un patrón. Algo parecido a Neo en Matrix leyendo el código. Un patrón que arrojaba luz sobre todo lo que estaba ocurriendo. Algo que nos resultaba muy natural y que precisamente por eso, se había escapado a nuestra consciencia.
- En primer lugar, descubrimos que nos movíamos mucho. Y cuando digo mover me refiero a asistir a eventos muy dispares, conocer gente de todo tipo, profesión y manera de pensar. Y eso nos había abierto un campo de exposición y alcance extraordinario. Debe ser algo parecido al buen networking que tan mala prensa tiene, porque, una vez más, utilizamos los recursos y herramientas de la manera equivocada prostituyéndolos hasta el infinito. 
- En segundo lugar, en estos encuentros no teníamos ningún reparo en preguntar, escuchar y contar. Decía en la entrada anterior que las ideas hay que compartirlas. Y lo reitero. ¡La de cosas que surgen cuando lo hacemos! Es como si pretendes buscar trabajo pero nadie sabe que estás en ello. Las probabilidades de éxito caen estrepitosamente.
- En tercer lugar, nos percatamos de la cantidad de actividades que hacíamos "porque-sí". En realidad, porque nos apetecían. No hay nada como hacer algo por el puro placer de hacerlo o de ayudar. Inevitablemente se hacen con ganas e ilusión. Oye, y parece que, aún sin buscarlo, tiene sus frutos más allá de lo divertido que es ya de por sí.
- En cuarto lugar, que trabajábamos mucho. Porque incluso cuando haces algo por pura diversión, curiosidad o altruismo, lleva asociado trabajo. Y yo asocio trabajo a la inversión del tiempo. Porque siempre hay algo que es valiosísimo por su escasez y por su irreversibilidad: el tiempo. Lejos de pensar en gastarlo, prefiero pensar en invertirlo y nada mejor que hacerlo en lo que te gusta. Vale, no siempre es posible pero hay que intentarlo. Hay que encontrar hueco para la diversión incluso haciendo la tarea o labor más seria del mundo. Y si consigues llenar de diversión todo tu tiempo...¡enhorabuena!
Lo bueno de todo esto, es que era totalmente involuntario, o todo lo inconsciente que puede ser nuestro comportamiento. Ahora que hemos descubierto las "causas del éxito", ¿es momento de resetearnos? Porque posiblemente no podremos seguir haciendo lo mismo porque seremos conscientes de lo que hacemos. O quizá sea el momento de hacerlo voluntariamente y sacar provecho (palabra también bastante mal vista) sin perder esa suerte de serindipia con la que tanto disfrutamos. Y es que en todo esto, hay mucho de curiosidad y ganas de descubrir cada día algo nuevo. 

Sabes que te digo, que al menos yo, voy a seguir haciendo (o intentando hacer) lo mismo, porque hay instintos que son difíciles de controlar y en este caso, tampoco es tan malo, ¿no crees? Ya se sabe: la cabra tira al monte.

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