15 enero 2014

Las personas, ¿una ventaja competitiva sostenible?

Vuelvo hoy con las ventajas competitivas sostenibles. Sí, no se me escapa de la cabeza últimamente, pero mis motivos tengo. Estoy a vueltas con modelos de negocio, desarrollo de clientes, leanstartup, design thinking pero me ha dado por volver a leerme con cariño y mucho respeto las enseñanzas de Michael Porter. Cada loco con su tema, ciertamente. A pesar de los peros que se le puedan poner a esas teorías e ideas, nunca está de más echar un ojo atrás y tal vez, descubrir puntos en común con tendencias más actuales, que como las meigas, haberlos haylos. De ahí, que la ventaja competitiva sostenible ande rondando por mi cabeza.

Pues en una de esas relecturas de Michael Porter y contenidos asociados, alguno de ellos que ponen en entredicho eso de la sostenibilidad de la ventaja competitiva, me encontraba de nuevo con este concepto. 

Para los que no lo sepan, una ventaja competitiva es "cualquier característica de una empresa que la distingue del resto y la sitúa en una posición superior para competir". Características diferenciales que emanan de los recursos y capacidades de una empresa, y de la interacción entre los agentes internos. Muy teórica sí, pero que vienen a decir, eso que se dice en los dibujos animados: "en tu interior está la fuerza".

Pero dice la teoría "clásica" que esas ventajas competitivas para que sean realmente poderosas y resulten un instrumento competitivo solvente han de ser sostenibles... pero, ¿cómo saberlo? Aunque hay varias posibilidades, la que a mí me enseñaron y conocí por primera vez y por ello usaré y que en realidad se parece a muchas otras que hay, con pequeños matices, para definir la sostenibilidad de una ventaja competitiva recurriremos a tres dimensiones:
1. Durabilidad
2. Replicabilidad
3. Transferibilidad 
Y viendo esto y siendo como soy defensor de las personas como eje y motor de las empresas, me vino a la cabeza una pregunta: ¿y será verdad que las personas son tan importantes? Tal vez si constituyen una ventaja competitiva sostenible, sí. Así, que papel y lápiz (o en su versión digital, dedo y tableta):

- ¿Son las personas una ventaja competitiva? Sí, a priori podrían serlo ya que son un recursos distintivo que pueden poner a la empresa en condiciones de competir en ventaja. Además, en esta era del conocimiento, el talento que deriva de las personas es un recurso escaso, como defiende (y comparto) el llamado talentismo. Por tanto, todo recurso escaso, es susceptible de ser relevante.

- ¿Cumplen las personas que integran una empresa las características de ventaja competitiva sostenible? A ello, por partes:
- Durabilidad: las personas, como creo que todos sabemos, somos caducas. Y hablo en dos sentidos, el primero cuando el señor de la guadaña nos encuentra y la segunda, laboralmente hablando y si la legislación nos lo permite, cuando nos jubilamos (o nos jubilan). Por tanto, podríamos decir, que con sus reticencias, sí, las personas somos razonablemente durables. Además, más allá del mero activo empresarial de mano de obra o recurso (feas palabras), las relaciones que entre las personas se desarrollan en una empresa y configuran la cultura, sí es durable. Es lenta de construir pero difícil de destruir, para bien y para mal, aunque una persona "caduque". Luego, un ¡sí!
- Replicabilidad: a este punto, no le voy a dar muchas vueltas. Sí, sí y sí. No conozco a dos personas iguales, ni en carácter, conocimientos, personalidad, actitud... se podrán parecer, pero replicables, no. Luego, otro ¡sí!
- Transferibilidad: vaya, con la Iglesia hemos topado. Transferibles, sí desde luego y parece que cada vez más. Aún escucho a algún experimentado del lugar decir eso de "llevo 30 años en esta empresa". Pero me temo que al menos de momento, y creo que para siempre, esos tiempos han pasado. Somos transferibles, y vamos a dejarlo en que por voluntad propia, cuando cambiamos de trabajo, movidos por el motivo que sea. Es ahí donde recursos humanos, personal, gestión del talento o como queramos llamarlo debería estar a la zaga. Porque aunque es inevitable la transferibilidad de las personas, es su labor evitar la rotación y la pérdida, sobre todo, del talento.
Llegados a este punto, es cuando hago el truco. Sí, también digo que las personas no somos transferibles en este sentido competitivo. Y no los somos porque creo que si no todos, la mayoría, nos gustaría tener una cierta continuidad en nuestros trabajos. Y ojo, que no digo acomodarnos, digo continuidad. Si nos vamos es porque no estamos a gusto, bien porque (como se dice) escapamos de los jefes, la empresa no nos da opciones ni retos o... porque la empresa prescinde de nosotros... quizá somos nosotros los que a veces no le damos lo que necesita. Quiero pensar que ninguno de los podáis leer esto será vuestro caso.

Así que, con unos incentivos adecuados, creo haber "demostrado" que las personas somos una ventaja competitiva sostenible (o temporalmente sostenible, como decía en otra entrada... así que reciclaje y formación) y que las empresa, más allá de los individuos, deberían esforzarse en atraer talento, cuidarlo y a través de él generar una cultura robusta a prueba de rotación. Eso sí que sería una verdadera ventaja competitiva sostenible. Personas, personas, personas... de nosotros nace todo.

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